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Carl Ransom Rogers (1902-1987) es reconocido por haber desarrollado el método de sicoterapia llamado terapia centrada en el paciente, y también como uno de los fundadores de la sicología humanista. Carl Rogers nació en 1902 en Oak Park, Illinois, un suburbio de Chicago. Fue el cuarto de seis hijos y creció en un hogar profundamente religioso. Fue a la Universidad de Wisconsin-Madison, y su intención inicial era estudiar agricultura. Sin embargo pronto cambiaron sus expectativas y se interesó por la historia y por la religión.
Después de obtener en 1924 una licenciatura en historia, Carl Rogers ingresó al Seminario Teológico de la Unión, en la ciudad de Nueva York, con la idea de convertirse en pastor. Fue allí donde se empezó a interesarse por la sicología. Dejó el seminario después de dos años para asistir al Teachers College de la Universidad de Columbia, donde estudió sicología clínica, completando su maestría en 1928 y su doctorado en 1931.
Carl Rogers y la sicología
Carl Rogers se convirtió en 1930 en el director de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Niños en Rochester, Nueva York, cuando todavía trabajaba en su doctorado. Entre los años 1935 y 1940 dio conferencias en la Universidad de Rochester y se convirtió en profesor de sicología clínica en la Universidad Estatal de Ohio en 1940. En 1945 se trasladó a la Universidad de Chicago como profesor de sicología y luego, en 1957, se volvió a trasladar, esta vez a la institución en la que desarrolló sus primeros estudios, la Universidad de Wisconsin-Madison. Durante todo ese tiempo desarrolló su perspectiva sobre la sicología y su enfoque sobre la terapia, que inicialmente denominó «terapia no directiva», y que hoy en día se denomina «terapia centrada en el cliente» o «terapia centrada en la persona». En 1942 escribió el libro Orientación sicológica y sicoterapia, en el que propuso que los terapeutas deben tratar de entender y aceptar a sus pacientes, porque es a través de esa aceptación, sin prejuicios, como los pacientes pueden comenzar a cambiar y alcanzar su bienestar.
Mientras trabajaba en la Universidad de Chicago, Carl Rogers estableció un centro de estudio de sus métodos terapéuticos. Publicó los resultados de las investigaciones desarrolladas en este centro en el libro Terapia centrada en el cliente, en 1951, y en el artículo Sicoterapia y cambio de personalidad, en 1954. Fue durante este período de su carrera cuando sus concepciones comenzaron a ganar influencia. Más tarde, en 1961, mientras trabajaba en la Universidad de Wisconsin-Madison, escribió una de sus obras más conocidas, El proceso de convertirse en persona.
Carl Rogers dejó las actividades académicas en 1963 para incorporarse al Western Behavioral Sciences Institute en La Jolla, California. Durante esos años trabajó en el desarrollo de una teoría humanista de la educación. Al igual que su enfoque sicológico, proponía un aprendizaje basado en las vivencias, centrado en la persona y capaz de desarrollar la creatividad. Así, la enseñanza no debía ser directiva, sino autodirijida. En 1968, él y otros miembros del instituto fundaron el Centro de Estudios de la Persona, donde Carl Rogers desarrolló sus actividades hasta su muerte, en 1987.
Sus teorías
Cuando Carl Rogers comenzó a trabajar como sicólogo, el sicoanálisis y el conductismo eran las teorías dominantes. Si bien el sicoanálisis y el conductismo eran diferentes en muchos sentidos, las dos perspectivas tenían en común era su énfasis en la falta de control de las personas sobre sus motivaciones. El sicoanálisis atribuyó el comportamiento a los impulsos inconscientes, mientras que el conductismo señaló los impulsos biológicos y el contexto ambiental como las motivaciones para el comportamiento. A partir de la década de 1950, muchos sicólogos, incluido Carl Rogers, respondieron a esta visión del comportamiento humano con el enfoque humanista de la sicología. Los humanistas defendieron la idea de que las personas están motivadas por necesidades de orden superior. Específicamente, argumentaron que la motivación humana es elevar el yo mediante la autorrealización. Las ideas de Carl Rogers fueron un ejemplo para la perspectiva sicológica de los humanistas, aunque tienen escasa influencia actualmente. Las siguientes son algunas de sus concepciones teóricas más importantes.
La autorrealización. Al igual que Abraham Maslow, otro exponente de la sicología humanista, Carl Rogers sostenía que las acciones de los seres humanos están asociadas principalmente a la motivación por la autorrealización, o, dicho de otra manera, por alcanzar su máximo potencial. Sin embargo, el desarrollo de las personas está limitado por sus condiciones ambientales, por lo que sólo será posible la autorrealización en un ambiente favorable. Su propuesta de práctica de sicología clinica y de ambiente educativo están presididas por ese objetivo de crecimiento personal en libertad.
El respeto positivo incondicional. La idea del respeto positivo incondicional hace referencia a la situación social en la cual un individuo es apoyado sin ser juzgado, independientemente de lo que dicho individuo haga o diga. En la terapia centrada en el cliente, el terapeuta debe tener una actitud que garantice el respecto positivo incondicional. Carl Rogers distinguió entre el respeto positivo incondicional y el respeto positivo condicionado. Las personas a las que se les brinda respeto positivo incondicional y son aceptadas sin importar actitudes ni circunstancias, tienen el marco de confianza necesario para enfrentar las experiencias a las que la vida los somete, enfrentándose a los errores que surjan en su desarrollo. A esta situación se contrapone el respeto positivo condicionado, por el cual el individuo sólo recibirá aprobación y amor si se comporta de tal manera que cumpla con las expectativas y tenga la aprobación de su interlocutor social. Las personas que experimentan respeto positivo incondicional mientras se desarrollan, especialmente de parte de sus padres, son más propensas a la autorrealización.
La congruencia. Carl Rogers planteó que las personas tienen un concepto de su yo ideal y quieren sentir y actuar de manera consistente con este ideal. Sin embargo, el yo ideal a menudo no coincide con la imagen que la persona tiene de sí misma, lo que causa un estado de incongruencia. Si bien todas las personas experimentan un cierto grado de incongruencia, si el yo ideal y la autoimagen tienen un alto grado de coincidencia, el individuo se acercará más a lograr un estado de congruencia. Carl Rogers explicó que el camino hacia la congruencia es el respeto positivo incondicional y la búsqueda de la autorrealización.
La plenitud en el funcionamiento de las personas. Carl Rogers definió la autorrealización de una persona como la situación del individuo en cuestión en funcionamiento pleno. Según Carl Rogers, las personas en funcionamiento pleno exhiben siete rasgos distintivos: su apertura a las experiencias, el vivir el momento, la confianza en los sentimientos e instintos propios, la capacidad de tomar decisiones independientes, la creatividad unida a la capacidad de adaptación, la fiabilidad y, por último, la sensación de realización y satisfacción con la vida. Las personas que funcionan plenamente son congruentes y han recibido respeto positivo incondicional. En muchos sentidos, el funcionamiento pleno es un ideal que no se puede lograr por completo, pero aquellos que traten de acercarse al ideal estarán creciendo y evolucionando a medida que se esfuerzan por alcanzar la autorrealización.
El desarrollo de la personalidad. Carl Rogers también desarrolló una teoría sobre el desarrollo de la personalidad. Se refirió al significado real del yo y de la autopercepción, e identificó tres componentes de esta autopercepción. El primero de estos componentes son las ideas que cada uno tiene sobre la imagen propia, que pueden ser positivas o negativas, y que influyen en las actitudes y acciones. El segundo componente se relaciona con la autoestima o la valoración que cada individuo tiene de sí mismo. Carl Rogers planteó que la autoestima se desarrolla durante la infancia, a través de la interacción del niño con sus padres. El tercero de estos componentes es la concepción del yo ideal de cada persona, o de las características ideales a las que cada individuo aspira como persona. El yo ideal es cambiante, y muta a medida que las personas crecen y se desarrollan junto con los cambios en las prioridades.
Fuentes
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