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En psicología, el autoconcepto es el conocimiento de quiénes somos y abarca todos los pensamientos y sentimientos acerca de nosotros mismos, tanto a nivel personal como físico y social. El autoconcepto también es el conocimiento de nuestro comportamiento, capacidades y características individuales. El autoconcepto se desarrolla principalmente durante la primera infancia y la adolescencia, pero continúa formándose todo el tiempo a medida que nos conocemos más a nosotros mismos.
Autoconcepto: definición
Existen diferentes definiciones de autoconcepto. Básicamente, el autoconcepto se trata del conocimiento que tiene un individuo sobre quién es.
Según el psicólogo social Roy Baumeister, el autoconcepto se puede definir como una estructura de conocimiento en la cual la persona es consciente de sí misma, nota su estado interno y su comportamiento externo. Por medio de esta autoconciencia, cada persona recopila información sobre sí misma. De esta manera, el autoconcepto se construye a partir de la información obtenida y continúa desarrollándose a medida que la persona conoce más sobre sí misma.
Los primeros estudios realizados sobre el autoconcepto sostenían que era una concepción estable, única y propia del yo. Sin embargo, actualmente, debido a su constante evolución, se define como una estructura dinámica y activa que se ve afectada tanto por las motivaciones del individuo como por el autoconocimiento y las situaciones sociales.
Características del autoconcepto
Según el psicólogo estadounidense Carl Rogers, el autoconcepto está compuesto por tres elementos: la autoimagen, la autoestima y el yo ideal.
La autoimagen
La autoimagen es la forma en que nos vemos a nosotros mismos e incluye:
- Nuestro conocimiento físico, es decir, lo que sabemos sobre nosotros mismos físicamente: por ejemplo, el color de nuestro cabello y ojos, y otras características del cuerpo.
- Nuestros roles sociales, como por ejemplo, esposo, hermano, madre, médico, maestro, etcétera.
- Los rasgos de nuestra personalidad: extrovertido, serio, amable, tímido.
Sin embargo, la imagen que tenemos de nosotros mismos no siempre coincide con la realidad. En algunos casos, las personas tienen una percepción exagerada, de una o más de sus características. Estas percepciones pueden ser positivas o negativas. Incluso, una persona puede tener una visión más positiva de ciertos aspectos de sí misma y sin embargo una visión más negativa de algunos aspectos de los demás.
La autoestima
La autoestima es el valor que nos damos a nosotros mismos. El nivel de autoestima depende de la forma en que nos evaluamos. En estas evaluaciones se incluyen nuestras comparaciones personales con los demás, así como las respuestas que obtenemos de los demás.
Cuando nos comparamos con los demás y descubrimos que somos mejores en algo o que las personas responden favorablemente a algo que hacemos o decimos, nuestra autoestima en esa área crece. Asimismo, cuando la comparación es negativa, nuestra autoestima disminuye. Es posible tener una autoestima alta en ciertas áreas, como por ejemplo en el estudio, y tener una autoestima baja en otras, como en las relaciones personales.
El yo ideal
El yo ideal es lo que nos gustaría ser. La autoimagen y el yo ideal pueden ser congruentes o incongruentes. Con frecuencia, existen diferencias entre la autoimagen y el yo ideal. Estas diferencias pueden influir de manera negativa en la autoestima. La congruencia entre la autoimagen y el yo ideal indica que ambos se superponen casi por completo. Si bien es difícil, si no imposible, lograr una congruencia perfecta, una mayor congruencia entre la autoimagen y el yo ideal permitirá la autorrealización.
En cambio, la incongruencia entre la autoimagen y el yo ideal indica que existe una discrepancia entre uno mismo y las propias experiencias, lo que causa una confusión interna, también llamada disonancia cognitiva, que impide la autorrealización.
Otras características
El autoconcepto también se caracteriza por su diversidad. Todos tenemos distintas ideas sobre nosotros mismos. Algunas de ellas están apenas relacionadas o son contradictorias. Sin embargo, eso no nos genera ningún problema, porque solo somos conscientes de una parte de nuestro autoconocimiento en un determinado momento.
Además, el autoconcepto se compone de varios autoesquemas. Los autoesquemas son conceptos individuales de un aspecto particular del yo. Por ejemplo, una persona puede verse a sí misma como organizada, otra persona puede verse a sí misma como desorganizada y una tercera persona puede no tener una opinión sobre si es organizada o desorganizada.
Nuestros esquemas son maleables. Por lo tanto, en un momento en particular, nuestro autoconcepto puede depender de las situaciones sociales en las que nos encontramos y de la respuesta que recibimos del entorno. Es posible que en esos momentos se destaquen algunos aspectos en vez de otros. Por ejemplo, un adolescente de trece años puede volverse consciente de su edad si se encuentra en un grupo de personas mayores. En cambio, si se encuentra en un grupo de otros adolescentes, sería menos probable que pensara en su edad.
Además, nuestro autoconcepto se puede modificar realizando el ejercicio de recordar un momento en el que actuamos de determinada manera.
Desarrollo del autoconcepto
El autoconcepto comienza a desarrollarse en la primera infancia y continúa a lo largo de la vida. Sin embargo, es entre la primera infancia y la adolescencia cuando el autoconcepto experimenta un mayor crecimiento.
El desarrollo del autoesquema y el autoconcepto tiene raíces cognitivas y motivacionales. Generalmente, procesamos la información sobre uno mismo de manera más profunda que otro tipo de información. Según la teoría de la autopercepción, el autoconocimiento se adquiere de la misma manera que adquirimos el conocimiento sobre los demás: observamos nuestro comportamiento y sacamos conclusiones sobre quiénes somos a partir de lo que notamos.
Etapas de desarrollo del autoconcepto
El autoconcepto, se desarrolla en diferentes etapas de la vida, de la siguiente manera:
- A los 2 años: los niños comienzan a diferenciarse de los demás.
- Entre los 3 y 4 años: los niños comprenden que son seres separados y únicos. En esta etapa, la autoimagen de un niño es, principalmente, descriptiva. Se suele basar en características físicas o detalles específicos. Aumenta la atención en las propias capacidades.
- A los 6 años: ya son capaces de comunicar lo que desean y necesitan de forma efectiva, y se pueden diferenciar en grupos sociales.
- Entre los 7 y los 11 años: empiezan a hacer comparaciones sociales y conciderar cómo son percibidos por los demás. En esta etapa, las descripciones que los niños hacen de sí mismos se vuelven más abstractas, incluyendo habilidades y no solo detalles concretos. Comienzan a desarrollarse la autoimagen y el yo ideal.
- La adolescencia: es el período más importante para el desarrollo del autoconcepto. El autoconcepto establecido durante la adolescencia suele ser la base del autoconcepto para el resto de la vida. Durante la adolescencia, las personas experimentan diferentes percepciones de sí mismas y distintos roles y personajes. En esta etapa, el autoconcepto de los adolescentes se ve afectado por el éxito en las áreas que valoran y por las respuestas de los demás. La aprobación y el éxito pueden contribuir al desarrollo de una autoestima más alta y un autoconcepto más fuerte en la edad adulta.
Qué motiva el autoconocimiento
El autoconocimiento es un proceso selectivo. Existen tres motivaciones importantes para buscar el autoconocimiento y desarrollar el autoconcepto:
- Querer descubrir la verdad sobre uno mismo, independientemente de lo que se encuentre.
- Desear encontrar información favorable que permita la mejora personal.
- Desear confirmar lo que uno ya cree sobre uno mismo.
Bibliografía
- DK. Cómo funciona la psicología. (2019). España. DK.
- Lenz, V. Psicología del desarrollo. Fundamentos. (2021).
- Baumeister, R. F. El yo. Psicología social avanzada: El estado de la ciencia. (2010). Oxford University Press. Editado por Roy F. Baumeister y Eli J. Finkel.